lunes, 5 de diciembre de 2016

Autos Clásicos VII

Transporte de vehículos

Cadillac y Mercedes



Lincoln

Cadillac. Detalle

Cadillac y Mercedes

Cadillac

Cuando sales de viaje, en el sitio más insospechado, salta la sorpresa o surge una historia.

En Pozoamargo, Cuenca, a medio camino entre Murcia y Madrid, por la E-903, hay una estación de servicio, Los Almendros, en la que solemos parar a estirar las piernas, echar gasolina y tomar un bocado si se tercia.

Normalmente utilizamos la AP-36, de pago, porque resulta mucho más cómodo y seguro el viaje que por la abarrotada A-3 de Valencia, aunque eso, va en gustos.

En aquella ocasión, sin embargo, como el día era bueno y el tráfico escaso, optamos por ahorrar los eurillos del peaje y tomar la E-903, con la consiguiente parada en Pozoamargo (La AP-36, resulta bastante escasa para el avituallamiento) y allí, en medio de la zona de aparcamiento, había estacionado un transporte de vehículos con cinco singulares autos a sus espaldas. Esa fue la sorpresa.

No es que me gusten especialmente los coches, pero estos clásicos eran magníficos y me los llevé retratados.

Y la historia comienza mientras hacía fotos con lo primero que llevaba a mano, el teléfono. Un guardia civil, de los de Tráfico, con una carpetilla bajo el brazo, se acerca al camión y empieza a darle la vuelta mirándolo todo al detalle. 

Ya en el restaurante, con ese ánimo servicial que me caracteriza, me dirigí a dos caballeros con camisetas de MAPFRE, a quienes identifiqué sagazmente como conductores del remolque, y compartí con ellos la inquietante inspección que había observado. Ya suponía yo que lo llevarían todo en regla, pero a saber si había algún apartado, de algún artículo, de algún reglamento, que pudieran estar incumpliendo.

Ya puestos, podría tratarse de un cargamento ilegal, coches robados o sin papeles, en fin, puestos a elucubrar, podía ser cualquier cosa la que interesara tanto a aquel miembro de la Benemérita, ya que cada uno de aquellos señores del asfalto debía costar un dinerito. 

Los dos conductores me contaron que era un transporte de coches de coleccionista que iban camino de una exposición o algo así, pero por si acaso, uno de ellos salió unos minutos y al cabo regresó sonriente: el guardia era un enamorado de los coches y había hecho exactamente lo mismo que yo, pararse a admirarlos y darles una reposada vuelta para disfrutar de todos sus detalles, con una pequeña diferencia: ¡él iba vestido de guardia civil! 

A veces, uno se pasa de listo, porque, a veces, las apariencias, engañan.

No he conseguido identificar uno de los vehículos, aunque seguro que alguien, en algún momento, me dará la respuesta.